Era como estar en un estadio de fútbol argentino. Remeras al aire, gritos, euforia y brazos para un lado y otro. El festejo de la gran victoria de Maravilla Martínez, en el Thomas Mack Center, pintó de lleno la idiosincracia del hincha de la Argentina. La pasión y alegría se mezcló con el descontrol y la excitación exagerada.
Poco después de que terminara la pelea, los argentinos que estaban en el estadio se acercaron al ring. Algunos hasta intentaron subir pero fueron frenados por los empleados de seguridad del estadio. La fiesta fue, entonces, en el ring side: "¡Ponelo al Chavo la puta que te parió (sic)!", era alguna de las canciones, acompañadas de palmas, silbidos y gritos desaforados.
La celebración duró por lo menos veinte minutos. Algunos curiosos le pedían fotos a Osvaldo Príncipi, histórico periodista de boxeo. Otros se retrataban con Matías Alé, vestido con un saco y pantalón blanco. Nadie se quería ir. Cuando los policías y efectivos privados intentaron despejar el lugar, se produjo un pequeño chispazo que pudo haber terminado mal. A esa altura, el alcohol y la adrenalina de la pelea habían generado un cóctel peligroso. De a poco, el público se desconcentró y siguió la fiesta afuera. La noche de Las Vegas, como pocas veces en la historia, se tiñó de celeste y blanco.
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