Brian era tan delgado que tenía que recurrir a su ingenio con el fin de “engañar” a la balanza y llegar a los 49 kilogramos, el peso oficialmente requerido para ser aceptado y subirse al cuadrilátero.
Había cumplido solo 15 años cuando comenzó todo, momento en el que solían jugarle chascarrillos y le decían que fuera a comprarse “dos pesos de pan” o tomar líquido para así “arañar” algunos gramos.
“Mi peso era 47 kilos y me molestaban con que me comprara masas y me llenara de agua. Yo me levantaba, iba por pan y volvía a la balanza. Todo, para subir. Me ponía pesas de un kilo en mis bolsillos. No se daban cuenta”.
Así recuerda, ahora, Brian Fernández la época en que aún era un principiante con los guantes y su padre, Pablo, se constituía en aquel hombre que siempre estaba a su lado y no se perdía una pelea porque era su fan número uno, el mismo que nunca lo abandonaba.
Por cosas de la vida (sobre todo, por cuestiones de estudio), el cochabambino disminuyó la intensidad en sus entrenamientos y ello derivó también en una baja significativa en su rendimiento. Eso molestó a su papá, que intentó despertarlo del letargo temporal con llamadas de atención. Sin embargo, no había mayores cambios.
En marzo pasado se dio el fallecimiento del jefe de la familia y fue entonces cuando Brian se convenció de que estaba en la “obligación” de regalarle una alegría al hombre de su vida, aunque ello llegara de forma tardía.
Pese a la tristeza por la pérdida de Pablo, recuperó el ritmo de ensayos, cuidó de su dieta y fue constante. Las mejoras se notaron poco a poco, hasta que se presentó su oportunidad.
“Eso (la muerte de su ser querido) me afectó mucho. Él siempre estaba en cada pelea. Al final, no le he podido dar una alegría antes de que se fuera. Me llené de valor para seguir. Luego vino el Nacional de Tarija. Dije que iría sí o sí porque servía para los cupos de China (beca). Participé y me fue bien. Nos agarramos duro con José Luis Mamani”.
Brian clasificó a los Juegos Bolivarianos de Santa Martha, en Colombia, y ya no necesita engañar a la balanza.
Llega a los 49 kilos sin problemas y está apto para pelear. De hecho, en su estadía en China cuenta las horas para subirse al ring y dedicarle su presentación en suelo cafetalero a su padre.
“Mi papá siempre me está apoyando, me da fuerzas para seguir cada día y entregar todo en cada combate. Siento que me apoya. Lo veo. En los Bolvarianos él va a estar presente”.
Debutará en un evento internacional y apunta al oro, pues cree que su estilo “avasallante” en el ring será determinante.
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