Gabriela Román es como cualquier mujer de 21 años. Le gusta maquillarse, elige sus prendas de vestir con sumo cuidado y también sale con sus amigas, siempre y cuando la dispersión no choque con sus entrenamientos, pues lo esencial en el orden de sus prioridades es cumplir, a rajatabla, con el mandato de la disciplina.
Así se comporta en el devenir de sus días. Sin embargo, guarda celosamente otro lado, uno que la “pinta” de una manera distinta y que solo aflora cuando está concentrada en el cuadrilátero o en los momentos de ensayo.
Entonces sí. Es posible encontrarse con “otra” Gabriela: una auténtica boxeadora que deja a un lado cualquier veta de vanidad para ir al frente, vendarse las manos, calzarse los guantes y olvidarse de su aspecto. Al fin de cuentas, ella entiende que su gusto por el box es más fuerte y no hay lugar para las nimiedades.
“La verdad, en el ring ya me convierto. Hay que demostrar más rudeza para que la contrincante sepa que una está segura de sí misma y que puede más que ella”. Continúa: “Ahí me olvido un poco de ser mujer. Me concentro en esquivar los golpes. Afuera tengo una vida normal. Me gusta vestirme y verme bien, maquillarme y salir con amigas”.
En un contacto telefónico con OPINIÓN, la cruceña, que es la dueña de los cinturones nacionales en 48 y 51 kilogramos; y que en 2016 se consagró campeona continental en su categoría, resume, en solo dos palabras, la frase que expone sus sensaciones, a menos de dos meses para su debut oficial en los Juegos Bolivarianos Santa Martha 2017, de Colombia: “Estoy feliz”.
El hecho de que nunca haya participado anteriormente en los Bolivarianos no merma su optimismo. Cree que tiene todo lo necesario para pelear por el podio. En especial, apunta a la medalla de oro. Es ambiciosa. Para ello, tratará de optimizar sus dos armas letales: los ganchos y su movimiento veloz de piernas, que suele tomar por sorpresa a quien se pare al frente y ose desafiarla.
Los tres años de experiencia que conserva la han ayudado a confiar a pleno en sí misma. Y si bien es consciente de que todas las boxeadoras que consiguieron clasificar a los Juegos tendrán la misma premisa que ella, también conoce sus virtudes y el sacrificio que hizo para llegar hasta donde está actualmente.
“Me siento emocionada. Sé que mi esfuerzo valió la pena. El objetivo no es solo tener la medalla, sino realizar un buen combate. Yo trabajo duro y sé que es para algo bueno”, cuenta la boxeadora, que se concentra en China mediante una beca deportiva.
Comenzó a entrenar cuando tenía 18 años y la forma en que todo empezó merece un pequeño apartado: Gabriela acompañaba a su hermana Estela a una pequeña escuela de boxeo. Mientras, aguardaba en la calle. Estuvo un mes entero así, hasta que dijo “basta” y también se inscribió. Así descubrió lo que la apasiona.
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