lunes, 2 de diciembre de 2013

Jennifer Salinas, un golpe que aún duele

A solo dos días de haber conseguido el título mundial del boxeo femenino de la categoría supergallo y todavía con las secuelas de los golpes que recibió en la pelea con Yolis Marrugo, Jennifer Salinas abrió las puertas de su corazón y habló de su victoria, de su faceta de compositora, de sus luchas, de su matrimonio y de los traumas de su niñez; esos que si bien provocaron un daño sicológico profundo, con el paso de los años la convirtieron en la mujer guerrera y fuerte que hoy es, un orgullo para todos los bolivianos.

Está disfrutando al máximo de su logro, pero es evidente que la sombra de la violación que sufrió en su infancia aún la persigue.

“El dolor está latente y no consigo borrar esas imágenes que vienen a mi mente. Le he pedido a Dios con todas mis fuerzas que me quite esos recuerdos tan dolorosos, pero se van momentáneamente y luego vuelven”, dice entre sollozos.

Se seca las lágrimas, respira hondo, esboza una sonrisa y afirma que no quiere que nada empañe este título que dedica a todos los bolivianos y, en especial, a los que confiaron en ella.

El boxeo es su gran pasión, tanto así que desde sus 19 años, cuando se inició en este deporte, lo puso por encima de todo. Llegó a ‘aborrecer’ a su esposo, Ernesto Guevara, porque no la apoyaba en su deseo de pelear profesionalmente y esto casi les costó el divorcio. Luego lo entendió, puesto que ella reconoce que descuidó no solo su matrimonio por el pugilato, sino también a sus hijos, a los que trató de darles solo calidad de tiempo. Sin embargo, asegura que ahora ve los frutos de su sacrificio y se siente feliz.

“Espero que un día mis hijos se sientan orgullosos de los logros de su madre y no me echen en cara que a veces no estuve ahí para ellos. Por eso trato de aprovechar el poco tiempo que tengo con ellos para darles lo mejor de mí”, remarca.

La mujer

¿Cómo es Jennifer Salinas?
Soy una persona de carácter fuerte, que siempre está a la defensiva. Soy inmadura y muy sincera. Trato de ayudar a las personas cuando me necesitan, pero pongo límites, por eso quizá no tengo muchas amistades. Soy desconfiada y corto drásticamente cuando veo que alguien se quiere aprovechar de mi bondad. Soy una luchadora que pelea por sus sueños, a pesar de los obstáculos.

¿Cómo es un día en tu vida?
Muy ajetreado. Me levanto antes de las 6:00 para mandar a los chicos al colegio. Después me voy al gimnasio, donde entreno hasta el mediodía. Almuerzo con la más pequeña y vuelvo a mi casa a organizar todo.

¿Cuál es tu pasatiempo?
Me gusta tocar piano y guitarra.

Hablanos sobre tu faceta de compositora
Antes de tener hijos componía canciones, tengo unas 12 letras inspiradas en situaciones que he vivido y en las personas que me rodean. Generalmente son tristes. Primero hacía las poesías y luego les ponía la música con el piano.

¿Te veremos cantando?
No creo. Hay que tener pasión por el canto y yo no la tengo. Pero sí me gustaría que otras personas canten mis temas porque son letras que ayudarán porque son historias de la vida real.

¿Sos una mujer sensual?
No soy sensual, quizá a veces puedo verme así, pero no es algo que yo busque. Coqueta sí, porque me encanta verme linda.

¿Te has hecho alguna cirugía?
Sí, en los senos, porque mis dos hijos mayores me dejaron ‘sequita’. Compartimos gastos a medias con mi esposo. Me los hice de un tamaño muy natural porque no buscaba llamar la atención, sino sentirme satisfecha con mi físico. Tenía un cuerpo muy fuerte, caderas anchas, cintura pequeña y mucha definición muscular, pero mis pechos eran pura piel.

¿Te harías otras cirugías?
Otra cirugía no, pero cuando comiencen las arruguitas, estoy segura de que recurriré al botox.
Naciste en Estados Unidos, pero te criaste en Santa Cruz...

Nací en Annandale, Virginia (Estados Unidos), el 30 de junio de 1982. A los tres años nos vinimos con mi familia. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 12 años. Fue la mejor decisión que tomaron, porque era un matrimonio inestable. Hubo mucho abuso sicológico y golpes.

No voy a decir que sufrí mucho, pero ese matrimonio no tenía salvación. Nos fuimos con mi madre a Virginia. Mi hermano Ricky se quedó con mi padre. Dos años después nos volvimos a reunir, trataron de hacer un intercambio, me trajeron acá y llevaron a mi hermano a Estados Unidos y yo terminé escapando de la casa y me fui a vivir al Parque Urbano porque no me llevaba bien con mi papá y quería irme con mi mamá.

La violación

¿Cómo fue tu niñez?
Hubo momentos de mucho dolor, pero también viví tiempos lindos. Sin embargo, veo fotos de lugares donde estuve con mi familia que no recuerdo. Me veo feliz, sonriendo o jugando con mis primos, pero esas imágenes no vienen a mi mente, se quedaron en el olvido, pero recuerdo todo lo malo.

¿Te referís al abuso sexual que sufriste?
Sí... Me dañó tanto que no puedo olvidarlo, pese a todos los esfuerzos que hago, está ahí. El abuso comenzó a mis cinco años y lo cometieron dos personas cercanas que trabajaban con mi familia. No hablé porque pensaba que mi mamá iba a estar defraudada porque sentía que se me estaba acabando el tesoro, que ella me decía que lo debía guardar hasta el matrimonio. Primero hubo mucho dolor. Después de un tiempo, me hice cueruda y aguantaba. Ella se enteró de todo cuando yo tenía 16 años, después que leyó mi diario.

¿Cuál es tu mensaje?
Primero es para los padres, para que hablen con sus hijos del buen toque y del mal toque, que siempre revisen, que conversen con sus niños. Hay que explicarles quién tiene acceso a tocarles sus partes íntimas. Mi papá nunca me habló nada de que no me deje tocar o que no me siente en la falda de un hombre, y mi mamá me hablaba de que tenía un tesoro que lo debía de cuidar. Desde muy chiquita me decía que yo tenía un regalo de Dios que era la virginidad, que debía guardarlo hasta el matrimonio para compartirlo con el esposo. Me hizo ver que si perdía ese tesoro estaba fregada y no valía nada.

¿Y a las niñas que les decís?
Que no guarden silencio, que denuncien, que no se dejen, que griten, que pateen, que peleen y que se defiendan.

Con tus hijos ¿cómo actuás?
Siempre les hablo del buen toque y del mal toque. Cuando cambio el pañal a mi niña más pequeña, la miro y si veo algo anormal, interrogo a la niñera y debe responderme al tiro. Cuando llevo a mis niñas al médico, no me gusta que las chequeen. No tenés idea el infierno que vivo cuando le sacan el pañal a la más pequeña porque no sé si el médico la está mirando con otra intención, porque si su mente es pervertida al ver ya está abusando. Eso siento hasta con las mujeres, porque hay algunas que también abusan de los varoncitos. Por eso tuve a luz a mis niñas en mi casa, porque ahí nadie las puede tocar ni les puede hacer daño.

¿El abuso te volvió agresiva con otros varones?
Sí. Me desquitaba con quienes no debía. Vivía muy enojada, pero nunca confrontaba a los culpables y no les decía que no me hagan más daño. Cuando me animé a enfrentarlos y les dije que no vuelvan a tocarme porque de lo contrario los iba a denunciar con mi padre, nunca más lo hicieron. Vivo tan enojada conmigo misma porque digo por qué no hablé antes. Ahora hablo demasiado, cuando veo que la gente quiere verme la cara, exagero y hablo por demás, tengo una personalidad muy agresiva cuando veo que alguien quiere propasarse o abusar de mí.

¿Volcaste todo ese dolor que viviste de niña en el boxeo?
Sí y no. En parte, porque todavía vivo con mucho dolor, sufro y aún tengo ganas de vengarme, por lo menos de uno de ellos, porque el otro murió. Acabo de ganar el título mundial de boxeo y uno de los que me hizo daño vive en Santa Cruz. Me pregunto, ¿qué pensará ahora cuando me ve peleando por mi vida?, porque uno puede morir con un mal golpe? ¿Qué dirá este hombre? ¿Pensará en el daño que me hizo? A este lo vi después de muchos años e intentó saludarme y le dije muchas cosas, pero no todo lo que se merecía. Todavía quiero que sea castigado por lo que me hizo y me gustaría que sufra de la misma manera que me hizo padecer a mí.

¿Tenés algún proyecto para ayudar a las niñas violadas?
Es mi mayor deseo. Tengo un proyecto, pero todavía no sé cómo lo voy a encarar. Sé que Dios tiene un plan grande a través del boxeo.

La boxeadora
Te sentís más boliviana...
Definitivamente soy más boliviana que ‘gringa’, pero tengo la doble nacionalidad.

¿Cómo comenzaste en el boxeo?
Era mesera al lado de un gimnasio de boxeo y siempre veía a los boxeadores que salían cansados, sudados y golpeados. Me dio curiosidad y como me gustaba mucho pelear, tardé unos meses en animarme a entrar al gimnasio y cuando lo hice fue el primer día del resto de mi vida en el boxeo. Siempre le decía jugando al dueño del restaurante, voy a ser campeona del mundo, y él respondía, no creo, eres muy mujercita.

¿Hasta cuándo vas a pelear?
Voy a defender este título y a tener unas cuatro peleas más y me retiro. Es difícil seguir, por mis hijos. Siempre estoy a las carreras y tratando de hacerlo todo y no es justo para los niños, porque la ventana de la niñez es muy pequeña y quiero disfrutar de esta etapa con ellos.

¿Era tu sueño de niña?
Nunca me vi en un cuadrilátero, pero siempre estaba peleando con los chicos y llegaba a mi casa toda golpeada. No me gustaba pelear con las niñas porque me arañaban, lo que quería era dar y recibir golpes. Siempre creí que algo grande iba a pasar en mi vida y no sabía qué era. Ahora puedo decir que la mente es muy poderosa.

¿Sos adicta al boxeo?
Adicta no. La adicción la relaciono con algo malo, como una droga. El boxeo es mi pasión, es lo que soy, vive dentro de mí. Soy guerrera y es algo que tengo dentro de mí. Soy el boxeo.

¿Tenés alguna adicción?
Al chocolate, si tengo dolores de cabeza me como un Snickers y se me va; cuando estoy de malhumor, estresada o nerviosa, como chocolate blanco y se me va todo.

¿Tu madre te apoya?
Me apoyó de una forma que no era verbal, sino más bien moral. Me ayudó con los niños cuando iba a mis entrenamientos, ella entendía lo importante que era el boxeo para mí y cuánto me ayudaba con mis depresiones, por eso me impulsaba a ir a entrenar.

¿Te dejó ganancias el boxeo?
Para nada. Es más, perdí más dinero de lo que gané en todos estos años en el boxeo, pero las victorias nadie me las puede quitar. Ahora no sé cuánto va a ser la cartera que voy a ganar, pero sé que es buen dinero. Lo máximo que llegué a ganar antes fueron $us 16.000. De eso el entrenador, el mánayer y demás sacan su porcentaje. Ahora con el título sé que voy a ganar mucho más.

¿Qué te movía a pelear?
Sentía que algo grande iba a pasar, que iba a ser parte de un cambio tremendo en el boxeo. Que Dios me iba a usar para algo grandioso. No era fama lo que buscaba porque nunca me promocioné. Un reportero me encontró en Estados Unidos y vio a una representante peleando por Bolivia y así me conocieron.

¿Cómo te mantenés en Estados Unidos?
Mi esposo trabaja muy bien y él es quien se ocupa de todos los gastos de la casa. Lo que gano lo invierto en mis entrenamientos.

¿Si no hubieras sido boxeadora qué profesión habrías seguido?
Música y el piano, especialmente.

Madre y ama de casa

¿Cómo es Jennifer Salinas como madre?
Soy muy aniñada. A veces me comporto peor que ellos. Juego muy torpe y hasta los hago llorar. De ese extremo puedo ir al otro, de ser muy estricta y hasta mala al marcarle bien los límites. Ahí me sale el carácter fuerte. Ya me han dicho que soy bipolar, pero en un nivel bajo. Puedo ir de un extremo a otro en segundos (risas).

¿Cómo hacés para atender tu casa y a tus cuatro hijos?
Con ayuda. Mi hija mayor, Leticia, de 15 años, me colabora muchísimo con los quehaceres y el cuidado de los más chicos, y la de nueve, otro tanto. No puedo decir que lo hago todo, somos un equipo. No soy la supermamá.

¿Y como ama de casa cómo sos?
Con orgullo te digo que hago un excelente trabajo como ama de casa. Me gusta el antes y el después, para ver si alguien se da cuenta, y si no lo hacen, siento que no me aprecian. Soy de las personas a las que les gusta recibir el crédito, que me valoren, que me feliciten (risas).

La esposa

¿Y cómo sos como esposa?
La verdad es que no cuido de mi matrimonio, y es obvio para las personas que me conocen. Ernesto es un hombre maravilloso que me acepta tal como soy y siendo sincera, creo que él tendría que haberse ido de mi lado hace tiempo, pero sigue ahí. Es muy paciente, muy pasivo y su personalidad es opuesta a la mía, por eso seguimos juntos. Él sabe balancear las cosas bien. No soy muy cariñosa, amorosa, ni romántica, y mucho menos apasionada. Esto porque no pongo mi matrimonio por encima de todo y el boxeo siempre fue lo más importante en mi vida.

¿Te ha traído problemas?

Por supuesto, porque él siente como un rechazo al no dar más de mí para tener un matrimonio saludable, lleno de amor y de detalles. No quiero justificarme, pero creo que esto tiene mucho que ver con lo que viví de niña, de cómo mi padre trató a mi madre. Crecí diciendo que jamás iba a permitir que un hombre me levantara la voz y menos la mano, que nunca permitiría que alguien me controlara. De tal forma que entré a mi matrimonio con la guardia en alto, entré lista para pelear. La gente que nos conoce de cerca se pregunta, ¿cómo siguen juntos? Pero ya llevamos casados 13 años y solo Dios sabe si vamos a seguir adelante y hasta cuándo.

¿Hay amor?
Hay amor porque es el padre de mis hijos. Llegué a ‘odiarlo’ un tiempo porque no me apoyaba con el boxeo y no entendía que diga amarme si no aprobaba lo que era mi pasión. Pero eso pasó. Sé que me consideran un orgullo boliviano, un ejemplo de mujer, pero no soy perfecta y mi matrimonio está muy lejos de la perfección, y sé que no soy la única.

En el boxeo entrené bastante y logré lo que me propuse, y soy buena peleadora, pero en otras áreas me falta mucho por mejorar. Estoy enamorada del boxeo y de mis hijos. Ahora estoy en el ojo público y quiero dejar claro que consumo todo este cariño de los bolivianos como deportista, no como mujer. Puedo ser un ejemplo por la superación que tuve, a pesar de todas las cosas que me pasaron, pero muchas veces me siento mal, porque fallo como esposa.



Leí que cuando te preparás para una pelea no hay relaciones sexuales, comentanos de esto…

Cuando comencé en el boxeo me lavaron la cabeza con lo del sexo. Estaba en una edad en la que era muy activa; todo era lindo, como en toda relación al principio. Mi primer entrenador, Ernesto Alonso, me preguntó si era activa sexualmente y le respondí que sí. El me dijo que me iba a afectar en mis entrenamientos y que podía perder peleas. Poco a poco me fui alejando del sexo y ese fue el principal problema con mi esposo, que es dominicano y sabemos que los latinos son hombres apasionados. Fue así que empezó a odiar el boxeo, por el hecho de que no podíamos estar juntos.

A pesar de eso tuviste varios hijos...
Como no pasaba seguido, no usaba ningún tipo de protección para no embarazarme. Por eso puedo decir con exactitud las fechas en las que me embaracé porque las veces que teníamos sexo, no pasaban de cinco en un año y fue frustrante para él. Pero yo me sentía bien, porque me cuidaba y ganaba mis peleas.

¿Y ahora?
Ahora hay estudios que más bien aconsejan a los deportistas a tener sexo para relajarse y librarse del estrés, pero ya es tarde para mí. Me acostumbré a vivir así y ese es otro problema que tenemos en nuestro matrimonio.

¿Te da miedo que sea infiel?
Ya pasó y no lo culpo. En esa ocasión lo dejé, sin darme cuenta de que tenía tres meses de embarazo. Si vuelve a pasar, no creo que me lleve a una situación de desesperación. No me sorprendería.

¿Pelearás por tu matrimonio?
Antes le rogaba a Dios ganar el título. Ahora, si mi Padre Celestial me concediera otro, le pediría volver a enamorarme de mi esposo. Necesito amar y sentirme amada.

¿Qué planes tenés a futuro?
Primero está el boxeo y mantener este título en Bolivia. Luego, posiblemente pelear por otro en una categoría diferente. Voy a seguir peleando por mi país unas tres o cuatro peleas más.
Más adelante, quiero abrir un gimnasio exitoso de acondicionamiento de boxeo, primero en Santa Cruz y luego que se extienda a todo Bolivia. Tengo planes grandes en mi nación. Sueño con volver a mi tierra y ser parte de la Federación Boliviana de Boxeo para llevar a los pugilistas bolivianos al exterior.
Tu mayor logro es ahora el título mundial... ¿y tu mayor fracaso?
Creo que mi matrimonio, pero como todavía no ha terminado, seguiré luchando para superar los obstáculos. Soy muy sincera y no quiero aparentar algo que no es y luego sorprender con un divorcio. Sé que soy un ejemplo de vida, pero quiero dejar claro que más es en el deporte, pero hay áreas de mi vida que aún necesitan ser mejoradas y superadas para seguir avanzando

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