Con tantos golpes que le dio la vida, otra se hubiera retirado a la esquina de la derrota, pero Jennifer Salinas ha dominado como nadie el arte del contraataque dentro y fuera del cuadrilátero para abrirse paso hacia lo más limpio de la luz.
Hoy la guerrera de raíces bolivianas se pasea por el mundo con la confianza que le otorga su título de campeona del mundo, pero hace algunos años era apenas un cuerpo lleno de rabia y humillación que no sabía cómo encontrar un espacio de calma y cordura en su adolescencia.
“Vivía en un estado de malestar permanente y no podía ser de otra manera cuando una, siendo una niña de 5 años es violada de manera repetida”, revela Salinas en una entrevista cedida al diario El Nuevo Herald.
“La confusión y la rabia me dominaban hasta que entré en un gimnasio de boxeo. A partir de ahí mi vida tomó un rumbo diferente”.
Al principio Salinas, de 31 años, miraba al deporte como una manera de extenuarse físicamente, una vía para llegar cansada a la noche y no pensar en nada, mucho menos en un pasado que la hacía prisionera de una imágenes terribles.
Nacida en Annandale, Virginia, hija de papá boliviano y madre estadounidense, el calvario de Salinas comenzó cuando su familia decidió vivir en Santa Cruz, y dos trabajadores muy cercanos a ellos abusaron sexualmente de la chica, aprovechando el descuido de los padres.
Los horrendos encuentros con los violadores continuaron hasta que ella cumplió 9 años y debido al divorcio de sus padres Jennifer regresó a Estados Unidos cargada con mucho resentimiento y confusión, al punto que pensó varias veces en quitarse la vida.
“Llegué a imaginar cómo me iba a quitar la vida, pero el boxeo me salvó”, afirma Salinas. “El boxeo me dio un sentido, un norte, la sensación de que pertenecía a algo y que había triunfado en un aspecto importante de la sociedad. Ser campeona del mundo significa para mí mucho más que un título deportivo. Es una medalla de superviviencia”.
Primero como amateur y luego en el ámbito profesional, Salinas fue ascendiendo en las clasificaciones y su momento cumbre en el ring llegó en noviembre del 2013, cuando 10,000 personas la ovacionaron en la propia Santa Cruz al conquistar el título súper gallo de la Federación Mundial del Boxeo.
Sin embargo, uno de sus golpes más contundentes lo propinaría en las redes sociales, luego de que uno de los últimos rafagazos de dolor —por no poder compartir el lecho con su esposo— le llevara a colgar el 14 de febrero un video en su cuenta de Facebook bajo el título de “Palabras a mi Violador”.
“¿Qué te atrajo a mí? ¿Fue mi ternura, mi inocencia? ¿La sonrisa que Dios me dio? ¿Qué te atrajo a mí?”, le preguntó Salinas en voz baja pero firme a uno de sus violadores que recordaba bajo el nombre de Raúl. “Era solo una niña, quería solo jugar. ¿Qué esperabas? ¡Por Dios! Tenía 5 años de edad. Eres un patán y tu día llegará”.
El video se convirtió en una sensación instantánea y fue compartido miles de veces por seguidores —algunos violadores hasta le pidieron perdón por sus pecados— que le pedían más información sobre Raúl.
Salinas encontró una foto y tanto fue el interés que poco tiempo después se supo que el sujeto era Raúl Zelaya, quien vivía en un tranquilo anonimato, pero que al verse acosado por la verdad se dio a la fuga y hasta hoy se desconoce su paradero.
“Gracias por dejar una huella en mi memoria, ya que gracias a ti pude alcanzar la gloria”, le dice en otro momento del video de poco más de cuatro minutos a su violador. “¿Qué piensas ahora cuando me miras en la tele, en revistas, en periódicos, motivando a las mujeres. ¿Te atraigo aún? ¿Te gusta lo que ves?”
Lo sucedido fue una especie de exorcismo de demonios y ahora Salinas habla de su pasado junto a la palabra “sanación’’, mientras contempla en su futuro inmediato la defensa en mayo de su faja mundial y el cuidado de su familia junto a su esposo y sus cuatro hijos.
“Ellos son mi motor para seguir adelante y no es fácil educar a cuatro y mantener el rigor de la preparación que requiere el boxeo”, reconoce Salinas.
“Pero siento que debo hacerlo no solo por mí sino por cada mujer, sobre todo si es latina, que ha sufrido en carne propia una historia similar a la mía. Quiero que vean en mí un ejemplo de superación y que se puede salir de un infierno con la frente en alto”.
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