El fin de semana pasado, Sergio Maravilla Martínez, uno de los grandes boxeadores del mundo, anunció su retiro de este deporte. La culpable, una insistente lesión de rodilla que lo plagó en las últimas tres peleas de su carrera, y su cumpleaños número 40.
El argentino se está despidiendo porque la naturaleza de su cuerpo le está diciendo que debe hacerlo.
Un zurdo mañoso con pies veloces, Martínez seguido mantenía su guardia cómicamente abajo, casi como un primate atlético acechando a lo largo del ring, y su tasa de trabajo junto con su vulnerabilidad de ser golpeado generaba unas peleas interesantes. De hecho, es probablemente el único peleador que se ha visto ganar una sola pelea de tres maneras (por nocaut, descalificación y en punto), y después conseguir un empate mayoritario en las tarjetas de los jueces.
La historia de Martínez es una comúnmente encontrada en el deporte del boxeo. Nacido en pobreza en su nativa Argentina, buscó el deporte como una salida. Lo que es poco común es cuando finalmente estableció que el boxeo fuera el deporte. Después del éxito moderado como futbolista y ciclista, Martínez finalmente entró al ring a la edad de 20, considerablemente tarde para que alguien tenga éxito en un deporte que favorece la juventud. Pero Martínez hizo justamente eso, peleando en su camino a la cima del ranking entre Argentina, España y los Estados Unidos, hasta que llegó a lo alto de sus divisiones. No se achicaba cuando estaba en problemas, no ponía excusas cuando perdía, y nunca se le subió cuando ganaba. Estos días en el boxeo, ese tipo de peleador es raro, así que es con gran satisfacción y tristeza que se despide el Maravilla Martínez.
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