martes, 15 de noviembre de 2011

'Smokin' Joe consiguió que Ali le diese todo el respeto que se merecía

El legendario Joe Frazier sufrió la humillación personal por parte del más grande de todos los tiempos, Muhammad Ali, cuando ambos se enfrentaron en el cuadrilátero, pero tuvo que morir para comprobar que el realidad era un buen amigo y que le admiraba como boxeador y como ser humano.

Frazier se llenó de amargura durante años por los insultos de Ali, aunque recientemente dijo que le había perdonado.

Ali, pese a la enfermedad de Parkinson que padece, decidió viajar hasta Filadelfia con su familia para estar presente en la ceremonia religiosa de despedida de Frazier, que falleció la pasada semana a la edad de 67 años.

Ali observó en silencio el féretro blanco con el cuerpo de Frazier en su interior y encima colocado el cinturón de campeón y un par de guantes de boxeo.

Hasta que el reverendo Jesse Jackson, también presente entre las 4.000 personas que acudieron al funeral en Filadelfia para darle el último adiós a Frazier, pidió que se aplaudiese en honor del hombre que siempre manifestó su gran amor por los demás y mostró su alegría permanente.

Ali, a pesar de su estado frágil y tembloroso, se levantó de su asiento y aplaudió con fuerza a "Smokin 'Joe", el púgil que quitó el invicto en su espectacular carrera boxística.

El púgil más grande de todos los tiempos ya había dicho al conocer el fallecimiento de Frazier, que murió de cáncer de hígado, que el mundo había perdido a un gran campeón y a extraordinaria persona.

Sin embargo, quiso demostrarle a "Smokin" Joe que, a pesar de los insultos que le dedicaba antes de cada pelea, siempre sintió admiración por él y estuvo al lado de sus amigos como el promotor Don King y los ex campeones George Foreman y Larry Holmes.

King dijo que tanto Ali, Frazier y Foreman hicieron juntos historia y a Estados Unidos un mejor país.

King, vestido con una bufanda de la bandera de Estados Unidos y llevando otra pequeña en la mano, se acercó a saludar a Ali antes del funeral, lo mismo que hizo Holmes cuando el servicio religioso concluyó con 10 campanadas, el tradicional saludo en los combates de boxeo.

Frazier esta vez había conseguido la última y más importante victoria de su vida, que Ali le diese todo el respeto que se merecía como persona y le demostrase que también había sido su amigo en silencio.


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